En vista de que en ocasiones no encuentro mis cosas, recientemente tuve que darme a la tarea de intentar poner en orden mi montaña de fotocopias, libros, revistas, discos, fotos y demás curiosidades, y en el proceso me reencontré con una de mis películas favoritas: Nunca te vayas sin decir te quiero, por lo tanto, aprovecharé para hacer la recomendación.
Nunca te vayas sin decir te quiero es una emotiva muestra de las consecuencias, tanto positivas como negativas, que pueden surgir en el camino hacia la aceptación y comprensión de una cultura distinta; más aún cuando descubres que lo que te parece tan ajeno a ti, no lo es, al contrario, te encuentras identificado y atraído; ya que al intentar comprender a los otros, también comienza un auto-conocimiento, que te lleva a hondar en tus raíces.
La propuesta de la película es una invitación a mirar al otro, a nuestros coetáneos; pues inmersos en nosotros mismos, en nuestros problemas y aflicciones, nuestras inquietudes y sueños, creemos que el mundo sólo funciona de una manera, no nos tomamos la molestia de observar a nuestro alrededor para descubrir que vivimos rodeados de seres que si bien tienen perspectivas de la vida distintas a la nuestra, también tienen su propia historia y una razón de ser, una explicación a sus actitudes y acciones.
Así, esta película, galardonada en el Festival de Berlín, expresa las contradicciones e incongruencias de las que la humanidad es víctima y victimaria al mismo tiempo; transmientiendo la manera en la que el cumplimiento férreo de ciertas tradiciones o doctrinas se contrapone a la aversión a éstas, causando discrepancias y conflictos que se convierten en estragos emocionales.
No obstante, también se puede apreciar cómo pueden conciliarse estas diferencias a través del encuentro entre la inocencia de un niño, quien aún no está influenciado, es decir, no tiene preconcepciones de la personas, y la curiosidad y deseo de una joven por encontrar una identidad, algo que creer, algo que defender y por lo cual luchar.
De esta manera, el sentimiento que emerge de ambos, da una lección de vida a quiénes les rodean, trascendiendo en sus respectivas familias, al hacerles ver que el expresar cariño a las personas que amas no se debe dejar de hacer, es necesario superar el miedo a amar y redescubrirse en alguien más; además, también hay que aprender a ubicar nuestra realidad, no olvidarnos del pasado, pero tampoco vivir de recuerdos; pues vivir soñando o recordando, es no existir.
Finalmente, nada de lo que acontece es gratuito; todo tiene un objetivo y una causa; algunas veces incomprensible o imperceptible, pero las tienen. No podemos ir por el mundo juzgando sin conocer, únicamente orientados por nuestros prejuicios y creencias vanas. Cuando el ser humano tenga la capacidad de respetar y valorar a quienes son distintos a él, entonces, y sólo entonces, habrá alcanzado la madurez.
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